jueves, enero 08, 2015

El planeta de los charcos




Pisaron la tierra nueva con desgano. Estaban hartos de llegar a planetas sin vida inteligente. Este, sin embargo, tenía algo que lo hacía diferente: el suelo estaba cubierto con charcos de diversos tamaños, acá y allá, más grandes, más chicos. También había algunas elevaciones, y una hierba corta y muy verde. El cielo era de un celeste intenso, como en las mejores épocas de la Tierra, pero cerca del suelo correteaba una bruma que se hacía por momentos más densa. Había que admitirlo: no había evidencia de vida humanoide o animal, pero tenía cierto encanto que lo diferenciaba del resto. El aire era puro, las pruebas de tierra y agua no detectaron elementos tóxicos, así que se abrieron los trajes espaciales, se quitaron las pesadas botas, y se recostaron sobre la hierba a disfrutar del sol. Era un momento de distensión para la tripulación brasileña, por lo tanto el capitán permitió que se improvisara un picnic con feijoada y cerveza incluidas. Bebieron y comieron hasta el cansancio, pero también hubo tiempo para poner un poco de música y bailar hasta quitarse lo poco que quedaba de los trajes espaciales. De la hierba que pisotearon durante horas quedaba poco, y ya se veían lamparones de tierra en la zona de baile. El capitán, feliz de conquistar el respeto de su tripulación con tremendas libertades, se echó en el suelo a descansar, de costado. El cansancio y la digestión comenzaban a transportarlo a un mundo de somnolencia y confusión. Eso quiso decirse a sí mismo cuando con la cara contra el suelo comenzó a ver cuerpitos humanos con no más de cinco milímetros de alto. Correteaban despavoridos, se escondían debajo de la espesa hierba… ¡bosques! ¡Esa no era hierba! ¡Eran árboles! ¡Bosques diminutos que desde arriba parecían hierba! Y más allá casitas, construcciones que había confundido con piedritas. Quiso vomitar. Vio a sus subalternos saltando y bailando, vio sus pies golpeando el suelo, y se desmayó.
El daño que los brasileños provocaron a aquella tierra fue incalculable. Vistos con lupa, los habitantes de aquel planeta no diferían mucho del nuestro, sólo que eran considerablemente más pequeños. En la Tierra la noticia despertó diversas reacciones. Algunos creían que por su tamaño, estos “pequeños humanos” como se los llamó en la prensa, no tenían demasiado valor. Otros se escandalizaron; no podían creer semejante masacre. Pronto comenzaron las hipótesis de qué pasaría si a la Tierra bajaran botas gigantescas que nos aplastaran. Hoy las visitas al planeta de los charcos no están permitidas por razones obvias. Los brasileños nunca supieron cómo resarcirse. Para algunos es suficiente con dejar al planeta en paz, sin la visita de los grandes humanos. 

*De Guía para un universo

No hay comentarios.: