jueves, agosto 30, 2012

Un consejo




Cuando tenía doce años me dieron el mejor consejo de mi vida. Lo hizo una tía abuela, un domingo caluroso, cuando preparábamos la mesa para el almuerzo en su vieja casona del Prado. Mientras yo acomodaba la vajilla inglesa ella encendió un Republicana sin filtro y tosió como un perro enfermo. Sin preámbulos me preguntó si estaba enamorada. “Enamorada”. La palabra me ruborizó. Le dije que no. Entonces esta mujer, que había conducido un jeep militar con guantes de cuero, que había sido una especie de Mata Hari de su época, me miró a los ojos, lanzó un humo espeso y me señaló con su dedo huesudo. “Recordá esto que te voy a decir. Nunca te enamores de alguien que sea menos inteligente y menos interesante que vos”. Yo sonreí con timidez, acomodé los tenedores de alpaca y creí entender. Ella estaba sola, en una gran casa llena de fantasmas, intentando salvarme. Sabía lo que decía.