jueves, agosto 18, 2011

Escalada

Me agarré a cada una de tus palabras y me convertí en una escaladora experimentada.
Aseguré los mosquetones a las cuerdas. Anudé las cuerdas al arnés. Cubrí mis manos con polvo de magnesio y me aferré a la superficie con fuerza.
Poco a poco ascendí prendiéndome de los escalones de las E; puse mis pies de gato en el centro de las A; trastabillé en las M; atravesé con gracia las O; clavé segura los piolets a las T, y así fui creyendo en cada una de tus frases, que se hacían mejores con cada impulso de mi cuerpo. Subía lentamente, al límite de mis fuerzas: me motivaba lo que veía en la cima.
Descansé sobre las F, no le hice caso a las X, me excedí en confianza, me mareé, y comencé a agarrarme de cualquier palabra que pasara sobre mi cabeza. Las Q eran engañosas, las P se deshacían, y la pendiente se tornó peligrosa. Algunas letras comenzaron a desprenderse, a caer en pedazos sobre mí. El camino se hizo escarpado e inaccesible, las oraciones se agolpaban sin sentido, se contradecían, se desdecían, llenaban de polvo el precipicio.
Bajé magullada y cubierta de raspones, con una L clavada en el casco y una B metida entre mis ropas.
Dicen que hasta los escaladores más experimentados tienen sus días malos, por eso traté se sanarme con palabras de aliento. Pero como alguien me dijo una vez, si las palabras curaran, los botiquines estarían llenos de libros.

martes, agosto 16, 2011

Las fotos de los otros



Cuando estoy de viaje me gusta sacar fotos, registrar cualquier cosa que llame mi atención. Los edificios y paisajes típicos del lugar y esas cosas, pero también los detalles: un gato en una ventana, un anciano leyendo en un café, un muchacho arreglando su bicicleta o unas cuantas hojas flotando en un estanque. Lo que detesto es salir en mis fotografías, ponerme delante del objetivo como si yo fuese importante, cuando mi presencia en el lugar es irrelevante. ¿Qué significado tiene la Torre Eiffel conmigo dándole la espalda? ¿Qué belleza le agrega mi pinta de turista al encuadre del Ponte Vecchio de Florencia? No, mis fotos de viaje rara vez me incluyen. No necesito demostrarle al mundo que yo estuve ahí, eso rara vez le importa a alguien; viajar es una experiencia única e intransferible.

Lo que sí hago, de forma consciente y constante, es meterme en las fotos de los otros. He reflexionado bastante sobre esta afición, aunque no le encuentro mucha lógica. Cuando veo una banda de japoneses desenfundando sus Nikon último modelo, corro sin prurito a colocarme dentro del encuadre. Debe haber cientos de fotos alrededor del mundo conmigo de fondo, pasando, corriendo, levantando una mano, haciendo morisquetas. Me gusta dejar mi huella, ser una presencia curiosa y enigmática en los recuerdos de otros. El tiempo pasará, yo envejeceré en mi lugar, pero mi imagen pixelada y activada en papel fotográfico estará latiendo en los mejores momentos de esos viajeros.